miércoles, 27 de julio de 2016

2013-2016: Tres cursos de convivencia intergeneracional y aprendizaje emocional.


2013-2016: Tres cursos de convivencia intergeneracional 

y aprendizaje emocional.


Hace ya tres cursos académicos que nos iniciamos en el mundo de las relaciones intergeneracionales, en una apuesta educativa que ya está consolidada en nuestro Instituto. El programa de convivencia intergeneracional constituye una seña de identidad del Centro, que entiende que el ineludible objetivo de la educación es la formación integral de los alumnos, destacando su aprendizaje emocional y las dimensiones que conforman sus relaciones sociales, su compromiso ético y su actitud cívica. Además considera que en cuanto espacio público y entidad administrativa que es, tiene un deber social con respecto a la ciudadanía en su conjunto, afirmando su carácter de servicio hacia aquellos colectivos que más demandan o necesitan atención. Algo de especial importancia en cualquier contexto, pero que tiene más sentido aún en áreas periféricas y rurales como es nuestro caso, en donde la oferta socio-educativa es mucho más reducida. La atención a los mayores se concibe, por tanto, no solo como un hecho de obligada justicia social, en cuanto les restituimos, aunque en un grado siempre insuficiente, la rica aportación con la que su generación ha contribuido a nuestro progreso y bienestar, sino como el medio de enriquecernos mutuamente, poniendo en juego y conexión recursos que alcanzan su máximo valor en cuanto interactúan. La apertura de nuestro Centro al contexto social del que forma parte, se hace en una doble dirección: hacia el ámbito residencial, en donde predomina la presencia de mayores dependientes, especialmente los aquejados por distintos grados de deterioro cognitivo, y hacia los mayores del municipio que demandan formación, socialización y espacios para desarrollar diversas acciones encaminadas a su envejecimiento activo. Durante los dos primeros cursos académicos nos hemos orientado principalemente a trabajar en el centro residencial ServiMayor, que forma parte, como si fuera una prolongación más, de nuestro propio Centro y que hemos venido a calificar como un "laboratorio de emociones". En este curso, además de mantener y ampliar nuestro programa de acción con ServiMayor, hemos entrado en contacto con la asociación "La Aliseda" y el "Aula de mayores" que gestiona el Ayuntamiento de Jarandilla, dentro del programa de formación de adultos de la Consejería de Educación de la Junta de Extremadura, lo que ha dado lugar a una novedosa experiencia. Un plan piloto que ha convertido al Instituto en un nuevo espacio para la realización de acciones formativas conjuntas e intergeneracionales, que nos ha llevado a dar un paso más hacia delante. Para el próximo curso, vamos a contar con un aula permanente de mayores dentro de nuestras instalaciones.

Principios generales del Plan de convivencia intergeneracional:

- La inter-generacionalidad como principio: adiós a la segregación e invisibilidad de los ancianos y de los efectos psicosociales del envejecimiento.
- El envejecimiento activo como fundamento: cambio en la concepción de los mayores como personas sin trayectoria vital y sin papel social, así como de su valor e importancia como estrategia preventiva.
- Las emociones como motor del aprendizaje y del bienestar: colocar el aprendizaje emocional en un lugar central de la actividad educativa, residencial y asistencial.
- El valor emocional de las relaciones inter-generacionales: la utilización del potencial emocional y “terapéutico” de las relaciones inter-generacionales en la prevención y mejora de los mayores aquejados de deterioro cognitivo y alzhéimer.

Programas de convivencia intergeneracional desarrollados:

1. Encuentros en la Tercera Fase (curso 2013-2014)
Objetivos:

- Desterrar los prejuicios y las inercias: los jóvenes y mayores pueden encontrarse.
- Vencer y cambiar los estereotipos: no somos marcianos.
- Crear espacios y momentos de encuentro: no es cosa de un día puntual, sino un plan estructural.
- Comprobar los beneficios mutuos de la convivencia intergeneracional.
- Constatar la capacidad instrumental y terapéutica de las relaciones intergeneracionales.


 2. Tablas para la vida (curso 2014-2015)
Objetivos:

- Introducir la perspectiva del aprendizaje emocional : Búsqueda de equipos universitarios para orientar nuestro trabajo.
- Mejorar nuestra formación en el ámbito de las emociones: Curso para profesores y  personal de ServiMayor.
- Diversificar las acciones y actividades orientadas a una atención más individualizada y efectiva a los residentes.
- Obtener el apoyo institucional y tener difusión: Una experiencia que debe ser imitada.
- Calibrar el carácter motivador y mediador del componente intergeneracional en las actividades para la prevención y “terapia” cognitiva.  






3. Compañeros de viaje (curso 2015-2016)

 Objetivos:

- Formar un equipo de trabajo ServiMayor-IES “Jaranda”: unir dos mundos que están más cerca que lejos.
- Experimentar en el campo del aprendizaje emocional: dar los primeros pasos en el mundo de las emociones.
- Elaborar programas de actividades más coherentes, orientados y diversificados: mejorando la coordinación, siendo más creativos, efectivos  y potenciando la iniciativa.
- Un nuevo horizonte, hacer del Instituto un “centro intergeneracional”:  conviviendo habitualmente mayores, adolescentes y jóvenes en un instituto de secundaria.
- Plantear las dificultades y limitaciones en los procesos de identificación y diagnóstico de las emociones de los enfermos de alzhéimer. 
- Establecer nuevos puentes inter-generacionales con niños de educación infantil.



 A lo largo de estos tres programas hemos consolidado el Plan de convivencia intergeneracional y creado un espacio de encuentro en donde adolescentes, personas mayores y ahora también niños realizan de manera sistemática y continuada actividades conjuntas. En estos años, nuestras expectativas y horizontes se han ido ampliando, en la continua búsqueda de procesos y espacios que sirvan, de un modo más coherente, consciente y efectivo, para el aprendizaje y bienestar emocional de estos tres colectivos. No solo hemos roto prejuicios socialmente estabecidos e inercias, hábitos y rutinas que, desde hace decenios, han tendido a segregar y separar ámbitos relacionales que jamás deberían haberse separado. También hemos transformado estereotipos que, aparentemente sólidos e inamovibles, caen con sorprendente facilidad en el momento que se rompen las barreras y jóvenes y mayores se juntan y establecen vínculos. Los beneficios que obtienen y reciben unos de otros son de una evidencia tal, que nos mueven a cuestionar unos prejuicios que, desgraciadamente, siguen manteniéndose fuertemente arraigados y que tienden a dejar al margen al envejecimiento y a los envejecidos. Nuestras sociedades -nuestros jóvenes y adolescentes- no pueden permitirse el lujo de prescindir de un recurso de enormes capacidades y posibilidades, ni tampoco el evadirse de una realidad, la del envejecer, que tiene que integrarse de manera natural en el contexto cotidiano de nuestros alumnos. La realidad de los países avanzados está ineludiblemente marcada por su envejecimiento, lo que exige una verdadera toma de conciencia sobre las implicaciones económicas, sociales y políticas que conlleva. La solidaridad intergeneracional, que constituye una de las principales bases que sostienen nuestro estado del bienestar, debe erigirse en uno de los puntos de atención preferente de nuestros sistemas educativos y asistenciales. Y son las administraciones educativas -y también las sanitarias y las que centran su acción en el ámbito social y asistencial- las que tienen que desarrollar una acción decisiva en el desarrollo de este valor y en la creación de espacios efectivos de encuentro entre niños, jóvenes, adolescentes y las personas mayores.

Encuentros en la Tercera Fase

I Campamento de Trabajo Encuentros Intergeneracionales

domingo, 17 de julio de 2016

III Campamento de trabajo "Encuentros Intergeneracionales", del 23 al 30 de junio de 2016.

III Campamento de trabajo "Encuentros Intergeneracionales", del 23 al 30 de junio de 2016.




Esta última semana de junio ha tenido lugar, por tercer año consecutivo, el campamento de trabajo "Encuentros Intergeneracionales", en el centro residencial de mayores ServiMayor, de Losar de la Vera. El diseño del programa y los planteamientos para su desarrollo han sido los mismos que en años anteriores. Una semana en la que los alumnos de bachillerato de nuestro Centro -este año también alumnos del ciclo formativo de grado medio "Atención Sociosanitaria", del IES San Martín, de Talayuela y otros exalumnos, algunos cursando estudios universitarios- experimentan un acelerado proceso de iniciación al mundo laboral de una residencia para personas mayores. Una inmersión en la vida diaria de un centro asistencial, una extensa comunidad formada por más de un centenar de residentes y cerca de una cincuentena de trabajadores, que acaba convirtiéndose por unos días en un entorno habitual que llegan a confundir con su propia casa. Ha sido un total de veinte participantes que, durante este tiempo, han combinado con intensidad y apenas descanso la dulce y excitante experiencia de un campamento de verano con la de unas exigentes prácticas laborales. Los acampados conocen una a una todas las actividades profesionales que se realizan en la residencia, desde el trabajo de los gerocultores y auxiliares hasta el de los enfermeros y terapeutas ocupacionales, pasando por el del fsioterapeuta, mantenimiento, administración, cocina, lavandería o animación sociocultural.

Su jornada diaria comienza muy temprano. Por las mañanas se despiertan a las 7:00 horas, con el tiempo justo para prepararse, desayunar y asistir a la reunión matinal en la que Angélica, la Directora, asigna los emparejamientos y turnos. A las 8:00, cada alumno acompaña a su profesional, que actúa de verdadero mentor y maestro, realizando con él y ayudándole hasta donde puede en las mismas tareas que el trabajador desempeña en su jornada. En una residencia del tamaño de ServiMayor el ritmo y la intensidad del trabajo es muy alto, sobre todo cuando más del setenta por ciento de los residentes no son autónomos y precisan de ayuda para la mayor parte de las tareas cotidianas. Los gerocultores y auxiliares tienen que despertar, asear, vestir y prepararlos para que estén listos para el desayuno. A muchos de ellos hay que ayudarles también para comer y, cuando han terminado, llevarles a las distintas instalaciones en donde van a pasar la mañana: a la sala de terapia, al gimnasio para hacer ejerciccios de rehabilitación o a la biblioteca para llevar a cabo talleres y otras actividades de animación y de ocio.  Mientras tanto hay que hacer las camas, limpiar las habitaciones y, en el caso de los encamados, continuar con los protocolos de cambios posturales. A partir de las 12:30, hay que empezar a preparar los traslados al comedor para el primer turno de comida y un grupo de los chicos se hace cargo de ayudar de nuevo en la mesa dándoles de comer, tarea que en algunos casos no resulta nada sencilla. Mientras, los del turno de cenas tienen unos minutos de asueto para poder relajarse en la garganta de Losar y darse un chapuzón.

Terminadas las comidas hay que trasladar de nuevo a los residentes a sus habitaciones y acostarles, así que hasta las 14:00 horas no se juntan en la cafetería para poder comer juntos. En la espera charlan y juegan a cartas o al dominó con los residentes más autónomos que esperan, a su vez, su turno de comedor. Después de la comida, la mayor parte de los acampados opta por una siesta y recuperar algo del sueño que siempre roba la noche. Uno de los principales encantos que tiene el campamento es el poder compartir las largas -a veces demasiado largas- veladas nocturnas bajo un cielo estrellado. Algo que suena muy bucólico pero que ha sido absolutamente real en esta semana de finales de junio. Como los ciclos vitales no son iguales para todos, algunos deciden aprovechar esas horas de sobremesa para charlar, tocar la guitarra o ponerse al día con los what's app que no ha podido atender durante el ajetreo de la mañana.

La tarde es el momento de la formación, a excepción del primer día que dedicamos a visitar el monasterio de Yuste y, de paso, a la garganta de Cuartos a darnos un baño. A las 17:00 horas comienzan las clases. Este año el diseño del programa se ha reducido. En la edicación pasada la carga horaria resultó excesiva, con más de cuatro horas continuadas de curso que dejaron exhaustos a los participantes. De ahí que nos decidiéramos a reducirla a un solo taller diario de algo más de dos horas. Blanca Mª París, gerocultora de ServiMayor, dio inició con un taller útil y necesario sobre las técnicas más habituales en el cuidado y manejo de los mayores, sobre todo de los más dependientes y que precisan asistencia para los movimientos más básicos. También introdujo uno de los temas más actuales en el ámbito residencial, que es el de las sujeciones, su uso y la tendencia existente hacia un espacio residencial sin sujeciones. Tamara Chubarovski, habitual colaboradora de nuestros programas de convivencia intergeneracional, nos presentó cómo su programa de estimulación cognitiva y motriz que desarrolla para los niños en educación infantil tiene importantes aplicaciones para los mayores, tanto para prevenir el deterioro como para tratar de frenarlo o ralentizarlo. Los chicos descubrieron cómo afecta al desarrollo neuronal las actividades que se realizan con sus rimas y movimientos. Lorena Olivera, que está al frente del Servicio de envejecimiento activo del SEPAD y que bien podemos considerar como la madrina de este campamento, trató la cuestión del género en la vejez. Cerró los talleres Maribel Maseda, a quien podemos considerar parte integrante de nuestra familia y que se presta a que abusemos de su generosidad y de su enorme talento y maestría. Su tema, cómo acompañar en la muerte y su irresistible y envolvente discurso logró conmovernos a todos. Ninguno de los asistentes logró reprimir las lágrimas y muy pocos el llanto. Maribel, que es embajadora de la Asociación española de enfermos de esclerodermia, aprovechó la ocasión para informarnos de esta terrible enfermedad y celebramos con ella el Día internacional, que se celebraba justo en esa fecha, para tomar conciencia de los padecimientos que sufren los afectados y de la necesidad de investigar e invertir en esta y otras de las declaradas enfermedades raras.

La jornada continúa con el turno de cena y los oportunos traslados a las habitaciones de los residentes para acostarles. Ese momento lo aprovechan los que libran del turno para ir a la garganta a bañarse. Otros prefieren utilizar la ocasión para ducharse o simplemente descansar y relajarse. Después de la cena, llega el momento de compartir la noche en la zona de acampada y de dejarse llevar por la música, las bromas, los juegos y las conversaciones. Un tiempo que comparten los alumnos y el profesor de turno, que pasará noche con ellos y tratará, inútilmente, de hacerles ver que hay que ponerse a dormir a una hora prudente. Aunque el día sea largo, ellos se encargan de prolongar también la noche, sin importarles que a las 7:00 comienza una nueva y dura jornada. Debe ser cuestión de edad, pero llega la hora de la reunión matinal y ya están todos de nuevo dispuestos a afrontar otra mañana de trabajo. Se rehacen los emparejamientos y cada uno se acopla a su tutor y mentor para acompañarle y ayudarle en la tarea.

Marta, Elba, Emy, Laura, Paula, Lucía Vergara y Lucía Pablos, Clara, Leonor, Víctor, Gabriel, Mar, Roberto, Juan Antonio, María, Marina, Andrea, David, Hugo y Verónica, nuestra veterana con su tercer campamento consecutivo y alguno de ellos con dos participaciones, han sido los protagonistas de esta experiencia. Una semana de vivencias muy intensas que les ha enriquecido mucho más de lo que piensan. No sólo se trata de conocer de una manera más profunda el día a día de una residencia, de contactar con una realidad laboral y vivir de cerca la actividad de sus profesionales. También se adentran al mundo del envejecimiento y de la pérdida de autonomía y se aproximan al mundo de las emociones que experimentan las personas mayores en una residencia. El valor social que tiene su compromiso y entrega durante la semana que comparten es excepcional. Dedicar su tiempo libre al cuidado y atención de los residentes, con la entrega y el entusiasmo que ponen en la tarea es digno de admirar. Todos los que hemos compartido con ellos estos días somos testigos de unas escenas que conmueven y reconfortan. El agradecimiento de los mayores a estos jóvenes, que iluminan la residencia durante unos días, se atesora en todos y cada uno de ellos. Forman parte ya de una comunidad, la que vamos formando año a año con unos jóvenes comprometidos y valientes, que deciden saltarse las barreras de la edad y adentrarse en ese mundo que tratamos de ocultar y dejar fuera de nuestras vidas, el del envejecimiento.

Este campamento no sería posible sin la participación y generosidad de mucha gente implicada. En primer lugar de la presidencia y dirección de ServiMayor. Fue Martín González Carvajal el que nos incitó a llevar a cabo este proyecto y el que se encargó, con el apoyo de la Junta Directiva de la Cooperativa, de financiarlo. Angélica Vázquez se encarga de tener a punto toda la infraestructura y de que la organización del día a día, haciendo fácil lo que resulta realmente complejo. Pero son los trabajadores de ServiMayor los que con su entrega y dedicación hacen posible un campamento de estas características. Pocos profesionales son capaces de integrar a unos jóvenes en sus tareas diarias y permitir que les acompañen en su día a día. Les enseñan, orientan y animan en un trabajo que resulta duro y difícil, en el que tienen sacar lo mejor de sí mismos y animar, con su actitud y presencia, a unos residentes que los tienen por familia. Los profesores que participan en esta tarea, cubriendo los turnos de mañana, tarde y noche, son indispensables y resultan un estímulo para los alumnos participantes. El contar con ellos, a su lado, acompañándoles en esta experiencia, supone un valor añadido de estímulo, complicidad y protección. Blanca, Tamara y Maribel son tres  incondicionales que nos aportan mucho más de lo que nos enseñan y que resulta completamente impagable. Lorena, desde el SEPAD, nos ha conseguido el amparo institucional necesario para financiar en estos dos últimos años el campamento. Quedan muchas cosas por hacer, pero hemos dado ya los primeros pasos. La apuesta decidida y el apoyo de la Dirección-Gerencia y de la Coordinación Técnica para desarrollar programas tendentes a desarrollar los espacios de encuentro intergeneracional van a cambiar, en un futuro próximo, el paradigma del envejecimiento en Extremadura. A todos ellos nuestra gratitud y reconocimiento.


Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

(Jaimde Gil de Biedma)

Montando las tiendas y preparando la zona de acampada.


Turno de cocina.
El trabajo de lavandería es duro, sobre todo con la plancha...

Con los terapeutas ocupacionales se desarrollan diversos programas de estimulación cognitiva.

Momentos de relajación y esparcimiento en la zona de acampada.

Los traslados de los residentes, una actividad frecuente y que acumula kilómetros en el día a día.

Aprendiendo de los enfermeros en su día a día asistiendo a los residentes.

Visista al Monasterio de Yuste.

En la biblioteca con los animadores socioculturales.

Con los residentes en sus habitaciones, ayudando a cuidar el jardín.

En la cena de fin de campamento.

Paseando con los residentes...

Los turnos de comidas.

Aprendiendo el trabajo de administración.

El taller de Maribel Maseda que tanto nos hizo llorar.
 
Lorena y la cuestión de género en el envejecimiento.

La importancia de los vínculos afectivos durante el campamento.

No resulta fácil ayudar a comer a los que padecen deterioro cognitivo.
 
Fiesta fin de campamento.

sábado, 16 de julio de 2016

Mayores en el Instituto.

Experiencia piloto para el programa de convivencia intergeneracional en las aulas del Centro.

 


Desde mediados del mes de mayo, hemos puesto en marcha una experiencia piloto en colaboración con el Ayuntamiento de Jarandilla y la asociación de amas de casa La Aliseda. Se trata de un programa corto, de un mes de duración, que tiene como objetivo el testar la presencia habitual de personas mayores en un centro de secundaria. Durante dos días a la semana (lunes y viernes), un grupo de personas mayores, todas ellas mujeres, han acudido al Instituto para seguir dos talleres distintos: uno de iniciación a las nuevas tecnologías y otro de cocina. Ana Gómez, la profesora de adultos, se ha encargado de ejercer de mediadora y coordinadora de nuestras nuevas alumnas. Antonio, el profesor de informática y Secretario del Centro, se ha encargado de organizar un programa de inmersión a ese mundo de ordenadores, dispositivos móviles y redes sociales que, para las personas mayores, resulta de manera general ajeno y de difícil acceso. Los alumnos se encargan de acompañarles y orientarles en el uso y manejo de los ordenadores y aplicaciones, llevándoles de la mano en ese difícil trance que supone el introducirse y familiarizarse en un mundo, el de las nuevas tecnologías, en el que se sienten extranjeros. Miguel Ángel, el Jefe del Departamento de Cocina y Gastronomía, ha planteado y desarrollado un plan de acción con los alumnos de cocina y nuestras "Chicas de Oro", aprovechando una experiencia que estaban llevando a cabo en el Aula de mayores: el "Libro de recetas jarandillanas". En cocinas, ellas se mueven como pez en el agua. En este caso, sus ocupaciones a lo largo de toda su vida laboral y familiar han tenido que ver mucho, tal vez demasiado, con el mundo de las ollas y de los fogones. De hecho, se les veía actuar con un desparpajo y seguridad que dejaba sorprendidos a los propios alumnos, que acabaron subordinándose a sus iniciativas e indicaciones.
La experiencia ha resultado todo un exito. Las alumnas del Aula de adultos y las socias de La Aliseda -mas alguna otra que se ha ido anadiendo- han terminado felices y satisfechas y han despejado sus miedos e incertidumbres. Para los que lo miran desde fuera, un instituto, lleno de jovenes y adolescentes, provoca un cierto temor. Los  estereotipos con respecto a las edades -edadismo- tienen tambien su lugar entre los mayores, que miran con cierto desasosiego un espacio aparentemente tan hostil. Pero tenemos ya experiencia en desmontar este tipo de prejuicios y sabíamos que solo bastaba el juntarlos para hacer desaparecer al instante toda prevención. Pasada la sorpresa que supuso el primer día ver a personas mayores por los pasillos del Centro, se ha convertido en algo completamente normalizado el contar con su presencia. Los alumnos se encuentran con ellas a la vuelta del recreo o al terminar la clase y naturalizan el tener entre ellos a personas de más edad. Se saludan amablemente e intercambian algún comentario antes de que comience la siguiente hora. Algunas de ellas aprovechan el momento para robar un beso a sus nietos y, de paso, animarles para poner esfuerzo en la tarea y advertirles de cuál es su misión. Y son consejos que cobran ahora más fuerza, cuando son ellas las que dan ejemplo con su presencia de su motivación y ganas por aprender.


Para los alumnos del ciclo de Cocina y gastronomía y de la asignatura de Informática que han participado en estos talleres, la experiencia ha sido igualmente grata y enriquecedora. El convertirse ellos mismos en profesores durante un tiempo y asumir ese rol con personas que multiplican por cinco o por seis su edad ha supuesto para ellos un bonito desafío. Bien es cierto que juegan con mucho a su favor, porque los mayores son alumnos aventajados que muestran una disposición y unas ganas de aprender que facilita mucho la tarea. Se trata, al fin y al cabo, de introducir el aprendizaje colaborativo y conseguir que unos aprendan de otros. Los que trabajamos en el mundo de la educación pasamos por alto que el más importante y valioso recurso con el que contamos en los centros no son ni los equipamientos, ni las instalaciones, ni los libros, sino precisamente las personas que lo habitamos. Pero no pensemos -¡Ay vanidad!- que somos nosotros, los profesores, los únicos y más eficaces medios para conseguir que nuestros alumnos aprendan. Son ellos mismos el principal y el más potente recurso, más allá de su valor cuantitativo, que lo tienen. Los profesores podemos actuar de catalizadores, de guías, tutores, de orientadores de sus aprendizajes, pero ellos son los verdaderos protagonistas de su educación. No reconocer esto y pensar que el protagonismo en el aula recae -y debe seguir recayendo- en el profesor constituye uno de los principales lastres de nuestra realidad educativa y un verdadero obstáculo para cualquier mejora. Todo enfoque metodológico que no conciba que son los propios alumnos los que deben construir por sí mismos sus aprendizajes, entrenando y afianzando las competencias claves, en un proceso que fomente su autonomía e iniciativa personal, está abocado a reproducir los fracasos y errores de nuestro sistema educativo.

La presencia de personas mayores en el Instituto, aunque haya sido a tiempo parcial en esta primera experiencia piloto, nos ha permitido comprobar de primera mano lo que implica el poner en juego el concepto de aprendizaje permanente. Un término que creemos vago y lejano, pero que ya es una realidad, que supone plantearse seriamente cuáles son los verdaderos objetivos y fines del aprendizaje en las aulas. Este cuestionamiento de nuestra labor docente, que debe hacernos pensar y decidir sobre el qué y el para qué de nuestro trabajo y el de los alumnos a los que damos servicio, incluye obligatoriamente un replanteamiento del cómo deben aprender. Las personas mayores demandan aprendizajes contextualizados y funcionales, es decir, que tengan que ver con su vida y sus experiencias y que les sean útiles, que tengan sentido para su día a día y su futuro. Pero además no se conforman con ser receptores pasivos, porque no entienden que pueda aprenderse sin ser ellos mismos los que hagan las cosas, sin enfrentarse directamente con las actividades y retos que les permita alcanzar o dominar una determinada habilidad o destreza. Creen, con muy buena lógica y con toda la razón, que solo pueden hacerse competentes en cuaquier materia si su posición es activa y participativa. Y también saben que esta tarea no es individual, sino colectiva, ayudándose unos a otros y colaborando entre ellos para alcanzar los fines que se les propongan. Disponer en nuestras aulas de este nuevo alumnado, hambriento de aprendizajes, motivado, generoso, agradecido, pero exigente al mismo tiempo en cuanto al qué, al cómo y al para qué, supone una estupenda oportunidad para ayudarnos en el obligado proceso de renovación metodológica que los centros educativos debemos afrontar con intensidad y urgencia. Si además podemos servirnos de ellos como recurso en nuestras propias aulas y que, en una nueva forma de concebir las comunidades de aprendizaje, nos ayuden en la tarea de educar y formar a las nuevas promociones de jóvenes y adolescentes, su labor en los centros de secundaria puede resultar de una extraordinaria riqueza.

En el horizonte se va construyendo un nuevo paradigma en relación al lugar que deben ocupar los mayores y a su papel en  la sociedad del siglo XXI, marcada por su protagonismo -no solo cuantitativo- y su capacidad de acción y de decisión. Los mayores de hoy demandan una serie de servicios, entre ellos los educativos, para los que no existe una adecuada respuesta por parte de las administraciones. Las universidades de mayores, sobre todo en el ámbito urbano, y las aulas de adultos en el medio rural son soluciones parciales a unas necesidades que van a ir creciendo en los próximos años. Pero estos servicios educativos específicos que atienden estas vías imprescindibles para el envejecimiento activo de nuestra población adulta no deben ser espacios segregados. Las personas mayores no deben constituir mundos aparte, homogéneos en edad, separados del resto de las generaciones. Poco a poco debe ir extendiéndose hasta imponerse una nueva perspectiva en relación a estos servicios educativos que van a resultar esenciales y básicos, como son los sanitarios y los asistenciales. Desde las propias administraciones públicas debe ir surgiendo un nuevo modelo en la planificación de sus redes de centros, en las que además de concebir espacios que ofrezcan distintos servicios, prime el principio de disponer de espacios que promuevan y garanticen la convivencia entre generaciones. En un futuro, esperemos que próximo y que en algunos países ya están avanzando, los centros de educación infantil, o los de primaria y secundaria, compartirán espacios con centros de día para la atención de personas mayores y las residencias de estudiantes con las de mayores. En los futuros mapas de servicios de las distitnas administraciones públicas se concebirá, en primer término, el diseño de espacios compartidos, primando el uso diverso y colectivo para sectores de edades diversas. Y esto vendrá a aplicarse desde los servicios de empleo a las comisarías; de las bibliotecas públicas a los centros de salud, creando nuevos escenarios para los encuentros y relaciones intergeneracionales y para el desarrollo de actividades compartidas con las personas mayores. Por de pronto, para el curso que viene, pretendemos que el aula de adultos se establezca en nuestro Instituto y contar de manera habitual, diaria, con las personas mayores en nuestros espacios, compartiendo mesas y pupitres con sus nuevos compañeros, que les van a restar edad, soledad y monotonía. Con propuestas como ésta, todos salimos ganando.